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SI AQUELLO HUBIERA SIDO UNA PERFORMANCE. Domingo Mestre

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Sobre «If this is art. An illuminated interrogation» de Anna Gimein y la pregunta sobre el arte de Pyotr Pavlensky. Fotografías: Fernando Baena.

Hace ahora poco más de un año que publicamos en el Contracensura.com el texto de Anna Gimein Cartas a la cárcel, formando parte de los materiales previos al Encuentro de Artistas contra la censura y por la Libertad de Expresión que organizamos en Eivissa. En él, junto a sus reflexiones sobre las relaciones epistolares con quienes se encuentran privados de su libertad, se anunciaba la próxima publicación del libro de artista «If this is art. An illuminated interrogation», que fue presentado recientemente en la Grant Librería de Madrid. Acción que se encontraba incluida en la programación de la Noche del libro de Madrid. En aquel entonces, Gimein lo hacía con estas palabras:

“Estoy trabajando en un proyecto basado en un interrogatorio policial de Pavlensky en relación con una de sus acciones del 2014. Parte del título del proyecto es If this is art, una clara referencia al meollo de las causas judiciales en su contra (acto artístico versus acto delictivo), pero lo adopté pensando en el título del libro de Primo Levi, If this is a man (Si esto es un hombre)”.

«If this is art. An illuminated interrogation» ha tomado la forma de un libro de artista(s) sobre el trabajo de otro artista, Pyotr Pavlensky, que con sus siempre violentas acciones pone en cuestión, continuamente, el estatuto de lo artístico. Pero su cuestionamiento desborda ampliamente el campo institucional del arte para provocar al conjunto del sistema social, obligando al pronunciamiento continuo y sistemático de las instancias policiales, jurídicas y sanitarias. Una forma de hacer arte, y política de forma simultánea, que nos recuerda el concepto de Maniobra, definido por Alain-Martín Richard, al principio de los años noventa, como “un proceso que no está domado”.[1]

En el libro, del que solo se ha editado un ejemplar, se recoge uno de los interrogatorios policiales, que fue grabado clandestinamente por el artista en 2014, tras su detención por la acción titulada Libertad. En aquella ocasión, el artista construyó, una barricada incendiaria, al estilo del Maidan pero en San Petersburgo, coincidiendo con el proceso insurreccional que en ese momento se estaba viviendo en la vecina Ucrania. El texto, que es una transcripción literal de las conversaciones entre el inspector de policía, el artista y su abogado, se mantiene en ruso, para no perder ninguno de los matices del idioma, aunque según me explicó Gimein están previstas posteriores ediciones, con su correspondiente traducción al inglés y al español.

Las ilustraciones que lo acompañan han sido iluminadas por Fernando Baena, que también ha colaborado en otros aspectos de la edición, inspirándose en las pinturas medievales y siguiendo la mejor tradición de las publicaciones previas a la aparición de la imprenta. Para ello, han incorporado recursos como la utilización del oro de 22 quilates en las ilustraciones que le ayudan a mantener el aura, siempre profana, de los antiguos libros únicos. Las tapas, por ejemplo, son de piel de cabritilla y el motivo que se reproduce en ellas con la citada pintura dorada está tomado del pavimento de la Plaza del Palacio en San Petersburgo, sede del máximo poder del antiguo imperio y, también, del poder simbólico del arte y la cultura en Rusia, pues es donde se localiza el Museo del Hermitage.

En la acción de la Librería Grant se presentó el libro de forma individualizada a cada uno de los asistentes. Una minimalista performance a la que, pese a haber planificado bien el viaje e incluso comprado los billetes, no pude acudir por imprevistos motivos familiares. Tuve acceso, eso sí, al relato de primera mano de lo acontecido y a una presentación informal del libro en la propia casa de la artista. Durante la misma, ella me expresó sus dudas sobre el carácter performático de su acción en la librería, en el sentido de que consideraba a la misma una parte más del proceso artístico/editorial. Una exigencia del guión, dicho con otras palabras, que desaconsejaría casi cualquier otra fórmula de acceso al resultado proyecto y convertiría su acción en algo poco menos que inevitable -y alejada, por tanto, de la voluntad deliberada de “hacer arte” que se supone (pienso yo) debe acompañar a toda performance para ser considerada como tal.

Dudas razonables sobre las que me voy a permitir opinar críticamente, pues considero (en el caso de que fuera lícito hacerlo sobre una acción artística que no se ha vivido directamente) que el tipo de interacción que ella me describió no solo poseería un indudable carácter performático, puesto que la acción se desarrolla dentro de una estudiada escenografía que sin duda resignificaría el carácter de la acción independientemente de su voluntad, sino también performativo, en el sentido de que es la propia enunciación de Gimein la que (re)construye, de forma definitiva e indudable, el carácter artístico no solo del libro sino también del trabajo original de Pavlesky, siempre bajo sospecha, no solo de no ser arte sino de tratarse de un subproducto de alguna enfermedad mental –de hecho ha sido sometido a numerosos exámenes psiquiátricos- o del mero gamberrismo. Se legitima estéticamente, de esta forma, tanto la acción/provocación que indujo a su detención y procesamiento como la ilegal grabación y difusión pública del interrogatorio. Un interrogatorio en el que tanto Pavlensky como su abogado se niegan a hablar de todo aquello que no sea arte, obligando al policía a reflexionar sobre este tema y abrumándolo, a él y a los jueces que posteriormente deberán juzgarlo, con continuas referencias a otros artistas como el citado Andrey Rublev (pintor ruso del siglo XIV que podría haber sido tomado por Baena como referente estilístico para sus iluminaciones), Gustave Courbet, Kasimir Malevich o Alexander Brener.

Nos encontramos, pues, ante una concepción del arte radicalmente libertaria cuya voluntad parece ser la de usar la violencia como excusa para hablar del arte. Y el arte como excusa para denunciar la violencia sistémica. Posicionamiento que, en otras ocasiones, le ha llevado a autolesionarse, tal como se puede ver en las pinturas del libro. Por ejemplo, en una de ellas se le muestra atravesando con un clavo sus genitales y en otra cosiendo sus labios, para denunciar la falta de libertad de expresión para los disidentes, tal como suelen hacer los presos de su país cuando se sienten completamente desamparados e impotentes.

 

Acciones en clave absolutamente desesperada que nos recuerdan la angustia que atormenta a los espíritus sensibles cuando toman conciencia de las profundas contradicciones de nuestro tiempo (en sus últimos trabajos denuncia directamente al poder del dinero atacando sucursales bancarias en clave terrorista), al tiempo que ponen en evidencia la intrascendencia de la mayor parte del debate que rodea a la pregunta sobre el ser –o el no ser- del arte en la actualidad. Con palabras de José María Parreño, escritas hace más de veinte años:

Después de cada juicio que sentenciaba “esto no es arte” las instancias correspondientes iniciaban una profusa actividad para acabar introduciendo esto -lo que fuera- en el campo de lo artístico. A estas alturas, sin embargo, a los aduaneros de este reducto les han robado los sellos, las cercas están derruidas y nadie sabe decir a ciencia cierta dónde empieza y dónde acaba el territorio de lo artístico. Es más, a unos no les parece ya satisfactoria su mera existencia, como si de una reserva de flora y fauna protegida se tratase, porque piensan que la vida entera está bajo el signo de lo excepcional y lo sagrado. Otros, por el contrario, afirman que todo lo que valía la pena conservar lleva años hecho añicos o embalsamado, y que estamos rodeados de impostores. Aún hay terceros: los que creen que la obra de arte sigue teniendo sentido como algo cierto, determinado, practicable, cuya ejecución resulta de los ejercicios de la imaginación en el gimnasio de la cultura.[2]

Así pues, en el caso de que lo que ocurrió en la Grant Librería fuera una performance –y también en el de que no lo fuera-, cabe concluir que nos encontramos ante un interesante proyecto que parece haber llegado a su punto culminante, que no conclusivo, con la presentación del libro. Queda pendiente una posible exposición del mismo, acompañado de otros materiales relacionados, así como la edición de las citadas traducciones que, junto a otras posibles reflexiones sobre el aura de la violencia y/o la sacralización de lo profano a través del arte terminarán de cerrar el círculo trazado por «If this is art. An illuminated interrogation». También cabe la posibilidad de que usted, persona que me está leyendo, continúe el debate tomando partido por alguno de los tres grupos citados por Parreño. O, mejor aún, describa algún nuevo grupo artistológico desde el que se pueda seguir reflexionando sobre los argumentos que aquí se han puesto por escrito.

[1] Richard Alain-Martin, “Material: Maniobra” en Fuera de, nº5, A. C. Fuera de, Valencia, 1998, p. 2.

[2] Parreño, José María, “De la Mani a la obra” en Fuera de, nº 5, A. C. Fuera de, Valencia, 1998, p. 10.

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