Yo no sé a ti, pero a mi ver unos niños de 13 años cantando “Soy el novio de la muerte” en los pasillos de un centro educativo público me estremece. Se me erizan los pelos de la espalda y me revuelve el estómago. Pero sobre todo se me llena el corazón de desesperanza. Esta es la juventud que viene apretando por detrás. Una juventud con la que un debate es difícil dentro del aula porque no toleran otras realidades más allá de las que ven de forma inmediata y vomitada por los medios de comunicación. Una juventud que en las zonas rurales cree que su razón de existir son la música ordinaria y sexista que escuchan, la Play y la caza. No comprenden que no le encuentre la gracia a que su forma de diversión favorita sea ver sufrir y matar a un animal. Y por ello soy menos española. Soy menos ciudadana de este país que ellos. Y mañana te voy a traer todas las cosas que tengo de caza y de los toros y las voy a poner encima de mi mesa, maestra. No has entendido el concepto de intolerancia ante la diferencia cuando te la he explicado, ¿verdad?
Siempre me ha parecido una gran responsabilidad dedicarse a la educación, a formar a los hijos de los demás para que adquieran una serie de conocimientos, destrezas y habilidades gracias al acompañamiento y la guía de un maestro que le ayuden a desarrollarse como individuos, que les permita tener la formación adecuada para su futuro. Me ha producido mucho respeto y consideraba que era un reto y una tarea que no hay que tomar a la ligera. En la escuela se aprenden contenidos, pero también otras muchas cosas, entre ellas socializar, respetar, vivir en comunidad, trabajar en equipo, etc. No es la tarea de un profesor darle clases de moralidad, aunque sí unas nociones de ética (a pesar de que se disputa las horas con las de moralidad católica), un poco de civismo, y desde luego las habilidades de expresión oral (y escrita) para comunicarse con sus semejantes y unas normas de convivencia en sociedad. Pero otras muchas cosas se supone que las traen de casa…. aunque cada vez vienen con los deberes más “a medio hacer”.
Es cierto que el profesorado pasa más horas con ellos de lo que pasan en sus propias casas. 6 horas y media en el centro, más las 8 de dormir, ya hacen casi dos tercios del día. Y no creo que el resto del día los padres estén al 100% con ellos, también trabajan, tienen que encargarse de la gestión del hogar, y necesitan descansar. Cada vez es más popular que la educación en valores se la dejen a la televisión o a los videojuegos.
Y aunque pueda parecer un discurso muy generalista y muy superficial por lo manido que está por todo el mundo, es doloroso comprobar de primera mano hasta qué punto es así. A veces me sorprendo cuando esos alumnos que parece que tienen más capacidad de crítica o que en sus casas sí están más pendientes de lo que es adecuado o no para ellos, me dicen que están enganchados a Mujeres y Hombres y viceversa. Se espantan, se escandalizan y no entienden cómo puedo llevar 10 años viviendo sin tele. Y lo grave está y no está aquí. Sí, ya os podéis imaginar el típico discurso de que este tipo de programas construye personas más superficiales, triviales, con problemas alimentarios en una etapa en la que el concepto de uno mismo se está construyendo y el cuerpo cambia tanto y tan rápido, etc, etc, etc.
Pero no, lo grave viene cuando quieres hacer un debate dentro del aula y resulta que justifican que a una persona se le envíe a la cárcel por hacer un tuit o por cantar una canción que pueda resultar molesta a algunos oídos. Maestra, no se puede ir diciendo por ahí lo que te de la gana. Maestra, es que la gente es muy valiente por internet, habría que ver si son tan valientes si se les planta delante de un toro. Pues te puede parece más o menos ofensivo, de mejor o peor gusto, pero sí, la gente tiene que tener derecho a decir lo que quiera. Pues no, no debería de ser así porque es ofensivo y eso debería de estar prohibido. Y sabes que tienes la batalla perdida, que no les vas a convencer. Que eres la autoridad y al final callarán y se conformarán con lo que dices, pero con autoridad no se consigue cambiar mentes. O sí, pero yo no creo en esa metodología.
Últimamente se está hablando también mucho del tema del adoctrinamiento. Tengo discusiones con los alumnos…. y con los compañeros. Es que en Cataluña los libros dicen esto o aquello. Pues puede que alguno lo haga, pero desde luego todos no. ¿Habéis visto lo que dicen vuestros libros de texto? Cojo el de geografía de 3ª ESO que tienen los alumnos en el centro. No digo editorial, pero una de las gordas. Y leo. Geografía política y económica como eje vertebrador de todo el curso. Continuamente una lectura de la realidad que apuesta claramente por el capitalismo (comunismo caca) y apoya nuestra democracia, dice que la española es estupenda, que decidimos entre todos de forma muy equitativa quién nos gobierna (pero no explica la ley d’Hont en ningún sitio), que los políticos son estupendos, y que la Marca España es una cosa muy importante y muy beneficiosa. En otro libro dice que Lorca se murió durante la Guerra Civil, parece que se murió él solito, vaya por dios. Y si no, los libros que están entregando en primaria en Castilla y León que apuestan por la economía sumergida, la visión de que el alumno es un futuro trabajador, no un ciudadano ni un ser humano con derechos y deseos, no, un ser que será productivo económicamente en la sociedad y tiene que empezar a pesar ya en su futuro laboral.
Si eso no es adoctrinamiento, que alguien venga a explicarme qué lo es, porque parece que no he entendido el concepto. ¿O puede que estemos intentando generar un pensamiento único en el que el adoctrinamiento es lo que no va a favor de él? Por cierto, yo el libro de texto me lo paso por el arco del triunfo. Lo uso más bien poco tirando a nada. Quiero decidir yo lo que mis alumnos aprenden, no dejarlo en manos de grandes empresas editoriales que todos sabemos de qué pie cojean. Generar un espíritu crítico, que cada alumno piense lo que quiera, pero razonado y con toda la información en la mano. Se supone que ese es el objetivo, ¿no? Pero claro, se te ve un poco el plumero, y no sería la primera vez que EN UN CENTRO PÚBLICO el director me dice que es que ando diciendo ciertas cosas en el aula, o ha venido algún padre a quejarse de que parece que soy un poco rojilla. Pues sí, señor, esa es la gracia de la educación pública, que va a tener un profesor rojillo y después otro más de derechas, y así el alumno tiene un visión más amplia de la realidad y puede formarse un criterio personal. Pero parece que hay ciertos pensamientos que molestan. Aboguemos por una ley de censura de los contenidos, amigos de C’s, o a por una denuncia anónima en la web del PP.
Otra pincelada más que va a algo más profundo y de lo que se habla menos. Cómo estamos tratando a los alumnos en las aulas. Cuando yo hice secundaria no era obligatoria, y el nivel educativo era más alto. Entrabas a clase si querías, y si alguna te parecía un tostón, no entrabas. A veces se pasaba lista, pero generalmente no. A la hora del recreo, te ibas a la calle. Y no pasaba nada. Éramos menores de edad y no pasaba nada. Ahora los centros educativos son cárceles. Los profesores hacen de policías en los recreos y entre horas. Niño esto, niño lo otro. Para que tengan la sensación de control. Cámaras en los pasillos por si pasa algo poder ver quién ha sido. Normalizar la autocensura porque te están viendo ojos humanos y digitales. Si te los llevas de excursión, continuamente controlados, que es que son menores, no los dejes solos ni sueltos por la ciudad. Y los padres continuamente detrás para ver qué hace el niño. Los infantilizamos y les hacemos sentir el control de forma clara y patente. No los dejamos ser autónomos, no los dejamos decidir por sí mismos, no los dejamos ser ellos mismos. No son maduros para razonar por sí mismos porque se exige cada vez menos en las aulas, se les pasa la mano por encima en lo que aprenden, y no les enseñamos a razonar.
En definitiva, hay todo un entramado que está construyendo una juventud conformista y fácil de manejar. Y están creciendo a la sombra de una ley que castiga a los que dicen cosas molestas para los de un solo lado, y a través de los medios de comunicación se está justificando esta actitud. Están normalizando esta visión del mundo. Creen que estaríamos todos más guapos callados. Estos jóvenes han crecido ya con una merma de sus derechos y lo ven normal, crecerán y no protestarán por estas medidas y por otras que se les añada más tarde más represivas. Me aterra el futuro que se nos viene encima. Un futuro de autocensura y de pensamientos silenciados. De autocontrol y de denuncia del vecino. Pero en silencio, mientras le sonríes cada vez que te lo cruzas por la escalera. Odio ser la de historia en este momento para tenerles que decir que, lamentablemente, la historia se repite.
Y es en ese momento en el que te das cuenta de que no puedes hacer nada, en el que la idea romántica de que ser profesor te ayuda a forjar mentes y que estás haciendo algo productivo, vaya, que estás cambiando el futuro cambiando la mente de de las nuevas generaciones, se va a tomar por el culo. No, no cambiamos nada. Puedes intentar que despierten y razonen. Y sí, hay esperanza, no quiero generar en el lector algo tan negro. Enciendes algunas luces, pero son muy pocas. Pero los hijos ya no son ni hijos de sus padres ni de sus maestros, ni si quiera de su tiempo, son hijos de los medios.